El ciclo Al barri, feminisme a diari, impulsado por Emprendada Feminista y acogido por la Biblioteca de Ses Figueretes, cerró el curso con una charla especial dedicada a un tema tan necesario como poco explorado: el duelo, su politización y la reapropiación que han hecho de él los feminismos y el movimiento LGTBIQ+.
En esta última sesión se reflexionó sobre la figura histórica de las plañideras, esas mujeres contratadas para llorar en los funerales. Lejos de ser un vestigio del pasado, se reivindicó su papel como símbolo de un dolor colectivo, encarnado, expresado con libertad. A través del diálogo con Víctor Ramírez Tur y otras voces del activismo, se abordó cómo, desde las disidencias sexuales y de género, el duelo se convierte en una herramienta política y comunitaria.
Llorar en grupo, acompañarse en el dolor, permitirnos sentir la pérdida sin prisas ni silencios impuestos. Así se resignifica el duelo desde las prácticas feministas y queer: como un acto de resistencia frente al mandato neoliberal de seguir adelante, de no molestar, de no mostrarse vulnerable.
Durante la charla se compartieron ejemplos de cómo estas comunidades han generado sus propios rituales de despedida, de memoria, de amor en tiempos difíciles. Se habló del duelo en contextos marcados por el estigma, la violencia o la ausencia de reconocimiento institucional: desde las víctimas del VIH hasta las personas trans asesinadas, pasando por las ausencias más íntimas que también merecen espacio y cuidado.
Las plañideras de hoy no son solo las que lloran, sino también las que sostienen el dolor de les otres, las que crean espacios de memoria colectiva, las que se niegan a olvidar. En un mundo que margina el sufrimiento, reapropiarnos del llanto es, también, una forma de sanar, de resistir y de amar.
Esta última sesión fue un cierre cargado de emoción, palabras cálidas y escucha mutua. Pero, como se dijo en la propia charla, no fue una despedida, sino un ritual de continuidad. Porque mientras existan vínculos, duelos compartidos y memoria viva, habrá siempre un lugar para seguir reuniéndonos, pensándonos y, sí, también llorando juntes.














